¡Buenos días! Empezamos la semana con una reflexión: ¿damos siempre lo mejor de nosotros mismos? ¿nos exigimos de la misma forma cuando hacemos algo para los demás o cuando hacemos algo para nosotros mismos?
A través de esta historia vamos a encontrar la motivación para dar lo mejor de cada uno, incluso cuando pensemos que está todo perdido.
La casa imperfecta
Un maestro de construcción a punto de jubilarse, le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar pronto el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Echaría de menos su salario, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.
El jefe, viendo que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía, le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía perfectamente que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, no estaba la altura de sus anteriores trabajos. No era la mejor manera de poner punto final a su carrera.
Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. «Esta es tu casa, querido amigo -dijo-. Es un regalo para ti».
Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente, hubiera utilizado mejores materiales y sobre todo, hubiera puesto más pasión y ganas en su trabajo. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!
Haz tu trabajo como si fuera para ti mismo porque al final, siempre habrá alguien que note la diferencia (y puede que ese alguien seas tú mismo). Igual que en nuestro día a día, cuando estamos «construyendo» nuestras vidas, por dejadez o sin darnos cuenta no damos lo mejor de nosotros mismos y de repente un día nos damos cuenta de que lo que hemos construido no nos gusta. No debemos olvidar que lo que tendremos mañana será el resultado de lo que hagamos hoy.
Este texto está sacado del libro «La culpa es de la vaca» donde encontraréis más anécdotas, parábolas, fábulas y reflexiones sobre el liderazgo.
Y para terminar os dejamos con esta magnífica frase de Martin L. King:
«Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol»