¡Muy buenos días! Vamos a empezar la semana con una reflexión…
En un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Un día, un perrito que solía pasear por la zona, movido por la curiosidad, se coló dentro de la casa.
Una vez dentro, subió a la buhardilla, abrió la puerta y vio que había 1.000 perritos más mirándole fijamente. El perrito del cuento comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los otros mil perritos hicieron lo mismo. Entonces nuestro simpático perro les sonrió y les ladró alegremente. Y se quedó sorprendido al ver que los 1.000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente a él.
Cuando salió de la casa, el perrito pensó: “¡Qué lugar tan agradable! ¡Vendré más veces a visitarlo!”
Al poco tiempo, otro perro entró en el mismo sitio, pero al contrario que el anterior, éste se sintió amenazado al ver a los otros 1.000 perritos lo estaban mirando fijamente. Empezó a gruñir y a ladrarles y de inmediato vio como los mil perritos le gruñían y ladraban a él también.
Cuando este perro abandonó el lugar pensó: “¡Qué lugar tan horrible es este! ¡Jamás volveré a entrar allí!”.
Los perros, como no sabían leer, no se fijaron en el cartel que había en la entrada de la casa: “La casa de los mil espejos”.
Normalmente la gente nos devuelve lo que proyectamos, si afrontamos el día a día con una sonrisa, los demás nos devolverán esa sonrisa, pero si por el contrario, mostramos nuestra peor cara, esa es la que veremos en los demás.
No somos responsables de la cara que tenemos, pero sí de la cara que ponemos, ¿ya has elegido la tuya para hoy?
No sabía qué ponerme y me puse feliz 🙂